Un día tuvimos un sueño
Un día tuvimos un sueño, una visión. Miramos a los papás enseñando a sus hijos a vivir la vida cristiana, a amar al Señor, a servirle, cumpliendo con el próposito principal por el cual fuimos creados: adorar a Dios y gozar de Él para siempre.
Miramos que discernían la manera para que sus hijos fueran felices, sus familias fueran felices, ¡ellos fueran felices! Soñamos que reconocían a Dios en todos sus caminos. Soñamos y nos levantamos y contamos nuestro sueño al Señor, y Él nos dijo: “esa visión, ese sueño yo lo he puesto en su corazón”.
Sabemos que el Señor, el Todopoderoso, produce en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad.
Creímos y eso nos hizo renacer a una esperanza, a un futuro, a una fe. Y nos unimos y trabajamos. Empezamos a ver cómo Él ordenaba todas las cosas, enseñaba todas las cosas, redirigía todas las cosas.
Vimos un amanecer con reformas aquí en Xochimilco, en una escuela, en nuestra casa, en nuestra vida y en nuestro corazón. Porque para Él son todas las cosas, y si vivimos para Él vivimos, y si morimos para Él morimos, sea que vivamos o muramos somos del Señor.
Entendimos como Nehemías, que el Dios de los cielos nos prosperó y nosotros sus siervos nos levantamos y edificamos. Esforzamos nuestras manos para bien, porque la mano de Dios fue buena sobre nosotros. Ese sueño se hizo realidad: "Liceo Embajadores del Rey".
No a nosotros, ¡Oh Jehová! No a nosotros sino a tu nombre da gloria por los niños de Xochimilco, por ellos bendice esta obra grande y extensa que nos has encomendado.